Una selección de fútbol con su respectivo seleccionador nos han callado la boca a media España. Y el que diga lo contrario miente. Sólo hay que ver la cara de susto que se nos puso cuando sabíamos que teníamos a Italia delante para pasar de cuartos. Una Rusia en semifinales... bueno, ya la habíamos arrollado en la primera fase. Pero con Alemania delante, puff, quién se lo iba a imaginar. Muy pocos daban en el fondo, muy en el fondo, un duro por estos chicos. Yo la primera, cosas de las estadísticas y reminiscencias históricas. Pero a mí me encanta que me callen la boca si es por cosas buenas y emocionantes como la de anoche. ¡¡¡Una Eurocopa!!! Y con un juego precioso, sin estrellitas que te solucionen el partido con un patadón. Una gran alegría, sí señor.
Y otra la que nos llevamos algunos que seguimos pegados a la tele de los Polanco, Cuatro, después del triunfo. Porque en un momento de euforia, antes de pasar por la ducha, los jugadores salieron de vestuarios en calzoncillos o con una peligrosa toalla a punto de deslizarse hasta el suelo sin nada que tapase las partes nobles de los chavales... Venga champán o cava (lo que fuera), venga saltitos, venga juerza y ¡zas!: la colita de Cesc Fábregas al descubierto. En casa me partí de la risa. Fue un momento muy simpático.
Por cierto, espero, ruego, solicito... que el próximo evento deportivo de estas características lo retransmita la cadena de televisión que mejor sepa y no que mejor pague. No digo más.
En una final como esta, el estatus de los Príncipes se quedaba corto, y asistieron los Reyes en persona de nuevo. Para mí, inocente que soy, que el Monarca y consorte así como sus herederos tienen ensayado esto de las celebraciones de los goles porque Doña Sofía se avalanzaba de un modo muy similar a Don Juan Carlos para darle los dos besos por gol protocolarios al igual que lo hacían en semifinales Don Felipe y Doña Letizia. Ambos varones pasaron olímpicamente de los besitos y daban rienda suelta a la alegría como cualquier otro y quedaron a sus esposas bastante mal. Claro que la Reina quedaba mal, de todas formas, porque su desinterés era indisimulable.
Más interesada se encontraba la Infanta Elena, que esta vez no lloró, pero se hinchó a hacer fotos con su cámara digital particular. Sobre todo cuando observaba la espalda de Iker Casillas subido en aquel púlpito levantando la copa, la Eurocopa. Una perspectiva privilegiada la de la Infanta.
También fue Zapatero pese a los foros que pedían al Cielo que ni asomara sus cejas circunflejas por el estadio vienés, que daba mala suerte y tal. Luego por la mañana delante de su homólogo danés declaraba con toda la cara del mundo: "Yo me considero un hombre que ha tenido mucha suerte en la vida". Pues sí, presidente, tiene usted toda la razón.
Entre otras caras conocidas, allí se encontraron Plácido Domingo y Fernando Alonso. Al de los 'cars' hasta le invitaron los de Cuatro a que felicitara vía pinganillo a algún jugador de la selección. Por supuesto el pinganillo no funcionaba y nos quedamos sin averiguar si por esto sí se emociona. No importa, de todas formas ya tenemos Alonso hasta en la sopa entre publicidad y el calvo de Telecinco. Eso sí, lo más grande fue al presidente de la Federación, Villar, cabreado como un mono cuando le preguntaban: ¿Entonces qué, qué hacemos con Aragonés?. "¿Me vas a dejar disfrutar?", contestó. Caray, qué carácter.
Pues eso, que me lo pasé muy bien. Salvo la nochecita que me ha dado la mocedad de la calle con sus cánticos, acelerones y pitidos, que no me ha dejado dormir. Así que me voy zombi a trabajar... pero para eso no hace falta que la selección española gane la Eurocopa, para qué nos vamos a engañar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
No haciendo mucho más que algo más de un par de meses, vi en un teatro a Emilio Butragueño.
Pasarán los años, los puestos, las generaciones. Espero que el tal Cesc tenga más suerte y la primera imagen que evoque dentro de 20 años cuando una persona lo vea de pasada en un teatro no sea su miembro viril.
Publicar un comentario