jueves, 6 de agosto de 2009

Querido amigo:

Cuando las circunstancias de la vida te hacen buscar otro lugar en el que residir, trabajar y, en resumidas cuentas, vivir una nueva vida, crees que las personas que dejas atrás siempre van a estar en el mismo sitio. Con su evolución particular, con sus nuevas vivencias... pero allí continúan y con ellas te reencuentras felizmente cada cierto tiempo, cuando regresas para saludar, para revivir, para recordar.

Contigo siempre ha sucedido así, cada año, en las fiestas del pueblo donde pasé mi adolescencia y en la que tú me acompañaste con tanto cariño y tantas risas, Dios mío, cuántas risas. Y ahora me dicen que ya no te voy a ver más. Y lo único que puedo hacer es honrar tu recuerdo depositando unas flores allí donde reposan tus restos. Aún no me lo puedo creer.


Querido amigo, precisamente este año tan feliz para mí, con una vida rebosante de energía en mi interior, la enfermedad que venciste hasta dos veces años atrás, esta vez te ha obligado a marchar.


Yo no puedo quitarme de la cabeza tus enormes ojos verdes, esos que se enrojecían con tanta frecuencia cuando asomaban esas pícaras lágrimas cada vez que habías dicho o hecho una trastada, dejándonos a los demás con un terrible dolor en el vientre de tanto reirnos.


Ni tu cuerpo menudo, aparentemente frágil, pero resultado de una fortaleza espectacular tras haber superado cuando eras tan sólo un niño ese maldito mal que nos arrebata por doquier a tantas personas que queremos.


Cuántos viajes en tren juntos en las madrugadas para ir a estudiar a Madrid, en la época en que teníamos que huir de los revisores entre Alcalá y Azuqueca porque aún no habían aprobado el bono transporte hasta la provincia de Guadalajara. Cuántos fines de semana, con alguna copilla de más que otra, cuántas partidas a los dardos, cuántas conversaciones... cosas que ya no voy a poder repetir pero te prometo que no voy a olvidar jamás.

Querido amigo, tú siempre hacías de cada instante un momento grato del que disfruta y te vas a tener que repartir entre muchos corazones, porque has dejado huella en todos los que tocaste a tu paso.

Dejas más que te llevaste, sobre todo una gran lección que espero poder aplicarme a mí misma e inculcarla a mis hijos: los que estuvieron a tu lado hasta el último momento me dijeron que luchaste hasta final, porque lo que tenías claro es que ¡¡¡QUERÍAS VIVIR!!!


Víctor, gracias por haberme dejado compartir contigo tantos hermosos momentos que siempre voy a llevar conmigo, en mi memoria, esa que hace camino en este cuaderno del que hoy eres protagonista. Hasta simpre amigo mío.