sábado, 12 de julio de 2008

Cuando salí de Cuba...

...ni dejé mi vida, ni dejé mi amor. Ambos vinieron conmigo de vuelta en el avión de Air Europa (horror de viaje). Pero sí que se quedó un gran pedazo de mi corazón.

La visita que mi santo varón y yo realizamos a la isla cubana fue en febrero, por aquello de hacer un alto en el camino en el frío del hemisferio norte y porque en esas fechas a los huracanes les da por hibernar. Pero me he acordado especialmente hoy de este viaje por las primeras declaraciones de Raúl Castro como presidente de la República cubana al frente del Parlamento.


En lugar del "no pasarán" de los entonces ilusos madrileños de la II República española para con las tropas franquistas, aquí don 'Erre que erre' Castro siguen repitiendo el mensaje de resistencia de 'socialismo, patria o muerte', que está muy bien, pero que sus habitantes lo recitan con el ceño fruncido por la sencilla razón de que pasan muchas necesidades. Más que de hambre, de higiene, de vestido... la mayor de ellas es la libertad. Y no es que con la libertad coma, se lave o se vista uno, pero sin ella poco se puede hacer. Quede claro que no me refiero sólo a la libertad de expresión y pensamiento, sino a la de movimientos y a la consecuente inexistencia de oportunidades.

Para mí el viaje a Cuba fue en su mayor parte un enfrentamiento con la corrupción de las ideas en las que he basado un saco de principios por el que rijo mi comportamiento (a falta de creencias religiosas, he optado por llenar dicho saco con conductas éticas). Las primeras capas del contenido de ese saco corresponden a todo un ideario marxista, en lo que a filosofía y conciencia social se refiere, así como en metodología de estudio (siempre buscando la tesis, la antítesis para llegar a la síntesis... y si no ¿qué es -o debe ser- el Periodismo?). Aunque difiero en un concepto de base, y es que creo que el ser humano es malo por naturaleza.
No pretendo que un sencillo post se convierte en un ensayo. No se asusten. Tan sólo lanzo ideas para invitar a la reflexión y a la crítica. Sigo.

Esa filosofía marxista se ha aplicado como buenamente se ha podido o querido en diversos puntos de la Tierra y Cuba se ha convertido en el símbolo de resistencia de la defensa estatal de la igualdad entre seres humanos frente a las 'maldades' y las ineficiencias del sistema capitalista. Es de sobra conocido que esa igualdad no existe ni por asomo en la isla caribeña, máxime en las últimos 18 años con dos monedas circulando (antes dólares y pesos cubanos, ahora pesos convertibles y pesos cubanos) y un mercado más negro que un tizón. Pero aunque sea en niveles de subsistencia, existe un 'sueldo' mínimo para todos los cubanos, sanidad para todos, educación para todos... Me resultaba curioso la cantidad de guarderías públicas que encontrábamos a cada paso de la ciudad de La Habana (con la faltita que nos hace en Madrid, pensé).
Esa base que garantiza el Estado es absolutamente admirable y ejemplar. Pero falta algo. Falta la libertad de poder mejorar. La libertad de conformarse con el mínimo que da el país por el hecho de nacer o de crecer ideológica, académica, profesional y económicamente (recomiendo el ensayo de José Antonio Marina Del paro al ocio). En Cuba faltan las oportunidades que en esta parte del mundo damos por sentadas. Es la desesperante sensación de 'esto es lo que hay', y lo que hay, señores, es mucha miseria.

En una ocasión, antes de otro viaje, a la India, que también me ha marcado, tuve una interesante conversación con uno de mis jefes. Un 'viejo' sabueso (entre comillas porque tan sólo ronda la cincuentena) que se ha convertido en el único maestro de la redacción en la que trabajo. Él defendía que en la izquierda nos habíamos olvidado de la libertad y lo peor es que la derecha más recalcitrante se había apoderado del concepto. Su argumentación cobró todo su sentido año y tres meses después, cuando me enfrenté palabra por palabra a su discurso en Cuba.

Una Cuba que, precisamente en aquellos días, se levantaba con la renuncia de Fidel Castro como presidente de la República y dejaba los destinos de la isla a un teledirigido Raúl Castro. Raúl, que participó en la revolución siempre en segudo plano, hoy ha sido la cara visible de que sus compatriotas puedan entrar en los hoteles y mezclarse con los turistas y de que puedan comprar aparatos electrónicos. Una leve apertura basada en anécdotas.

Tengo muchas ganas de ver a Cuba libre, pero no la libertad 'trampa' que le cantan desde Miami. Es sólo un sueño, pero ójala no se pierdan algunas esencias del socialismo castrista.

PD: La de la foto evidentemente soy yo dándole un besito al Ché en la Plaza de la Revolución.

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