lunes, 28 de julio de 2008

Presentaciones

Qué barbaridad, hace dos semanas que no escribo. Esto es una poca vergüenza. Y eso que no estoy de vacaciones, que aún me queda un apretón de tres semanas para descansar. No obstante, no me he olvidado en absoluto de este espacio, hacía tiempo que quería escribir para presentarles a una persona, de ahí el título de este post, cuya historia me ha llamado mucho la atención.


Es una mujer joven, de la que sólo tengo constancia de oídas, pues es una amiga de una compañera de trabajo. La protagonista de esta historia se llama Alexia Vieira y vive en Mozambique, pero es del mismo Madrid. Resulta que Alexia, una chica normal, que le gusta salir, viajar, la buena vida como a todos... llegó de visita hace dos años a este país africano y se enamoró de él. A partir de ese momento, Alexia se convirtió en una de esas personas que relataba con gracia un anuncio de hace unos años en el que se aplaudía al que dijo que iba a poner un chiringuito en la playa y lo hizo. No sé si lo recuerdan. Bromas aparte, Alexia regresó a España para dejarlo todo, coger su maletita y instalarse en Mozambique. Este blog, Vieiraenafrica.blogspot.com atestigua muchos de sus pasos.



Ni conocía el idioma, ni a nadie. Estaba sola. Muchas lágrimas corrieron por sus mejillas, pero no cejó en su empeño de hacer allí algo grande. Y ese algo hoy es una realidad, un colegio que se financia a través del apadrinamiento. Allí Alexia da a los niños nada más y nada menos que una infancia, algo tan asumido en esta parte del mundo. Les da educación, les da refugio, les da alimento y vestido... eso sí, todos de uniforme para que nadie se sienta más que nadie. Su única ayuda fueron unas monjas que llevaban ya tiempo sobre el terreno. Ellas apoyaron el empeño que Alexia ponía en su sueño, y pusieron su hombro para consolarla en los momentos más difíciles.



Hoy Alexia no está sola. Porque su vitalidad y la realización de su sueño ha enamorado a otra persona. Un holandés que ha decidido seguir sus pasos y acompañarla en este camino. Y, aún sin su presencia, seguiría acompañada, porque constantemente recibe visitas de amigos y conocidos que deciden echar una mano cada vez que tienen la oportunidad.



Este proyecto me ha impresionado por varias razones. Por la cercanía, por la normalidad, no estamos hablando de héroes ni heroínas, sino gente que encuentra fuerza en lo que cree para seguir para delante y ejecutar la máxima que nos repiten nuestros padres de "si quieres, puedes". Además, yo siempre he creído que la gran revolución reside en la educación y Alexia ha basado su granito de arena en algo tan importante como es un colegio.


En el enlace que he incluido unos párrafos arriba, se puede encontrar la dirección de Fundación Khanimambo y la forma de contactar para colaborar si se quisiere. La ventaja de estos proyectos localizados es que sabes donde va el dinerito, porque tengo constancia de cómo se pierden algunos fondos cuanto mayor son las organizaciones para el desarrollo. Aquí no se engaña a nadie, el que usted apadrine a un niño no quiere decir que su dinero vaya a ese niño, sino a la Fundación que lo invierte en los más necesario para todos.


Por todo ello, desde aquí quisiera quitarme el sombrero ante esta mujer convencida y convincente. Chapeau, señorita.

lunes, 14 de julio de 2008

Saturno, desde mi ventana

Ayer, cuando anocheció viví una experiencia maravillosa. Pude ver perfectamente el planeta Saturno desde mi propia ventana. Les explico.


Hace unas semanas, mi santo varón realizó uno de sus numerosos viajes que cambian mis apellidos por el único de 'Rodríguez'. En aquella ocasión fue a Londres donde adquirió por un módico precio un mini ordenador cuyo sistema operativo era Linux. Entre los programas que alberga el 'juguetito' está un planetario mediante el cual, poniendo la ciudad en la que te encuentras, y teniendo en cuenta la hora que es, te muestra lo que puedes ver en el cielo.



A mi santo le entró el gusanillo y empezó a probar con unos prismáticos que rondan por casa. Y con ello ya se podía disfrutar del firmamento. He de aclarar que vivo en un piso muy alto, de un bloque que está en un cerro y frente a un parque, con lo cual las luces de la ciudad no molestan en exceso. Hete aquí que me acordé que en la casa de mis padres aguardaba un telescopio perfectamente embalado de cuando mi hermana se interesó por estos temas durante su tierna infancia. No es la gran maravilla, pero se pueden observar cosas interesantes.



Así que ayer, que era domingo y día de visita de padres, nos acordamos y nos lo trajimos para casa con el permiso de su dueña. Yo no tengo mucha paciencia para esto, y me limité a buscar las cosas más conocidas y fáciles de encontrar. Pero la paciencia a mi santo le sobra y, mientras que yo ya me encontraba vagueando en el sofá, le oigo gritar: !!!Ana, ven, mira lo que he encontrado!!!



Con el máximo de aumento y de precisión, tenía ante mis ojos a Saturno. Una pequeña bolita naranja rodeada de un anillo brillante que se movía muy deprisa a lo largo de la lente. No me lo podía creer. No era una foto, ni un vídeo, lo estaba viendo tal y como era desde mi ventana. Fue muy emocionante, disfruté como una niña pequeña. Les invito a que si les interesan estos temas, no duden en intentarlo. Es una visión espectacular.

sábado, 12 de julio de 2008

Cuando salí de Cuba...

...ni dejé mi vida, ni dejé mi amor. Ambos vinieron conmigo de vuelta en el avión de Air Europa (horror de viaje). Pero sí que se quedó un gran pedazo de mi corazón.

La visita que mi santo varón y yo realizamos a la isla cubana fue en febrero, por aquello de hacer un alto en el camino en el frío del hemisferio norte y porque en esas fechas a los huracanes les da por hibernar. Pero me he acordado especialmente hoy de este viaje por las primeras declaraciones de Raúl Castro como presidente de la República cubana al frente del Parlamento.


En lugar del "no pasarán" de los entonces ilusos madrileños de la II República española para con las tropas franquistas, aquí don 'Erre que erre' Castro siguen repitiendo el mensaje de resistencia de 'socialismo, patria o muerte', que está muy bien, pero que sus habitantes lo recitan con el ceño fruncido por la sencilla razón de que pasan muchas necesidades. Más que de hambre, de higiene, de vestido... la mayor de ellas es la libertad. Y no es que con la libertad coma, se lave o se vista uno, pero sin ella poco se puede hacer. Quede claro que no me refiero sólo a la libertad de expresión y pensamiento, sino a la de movimientos y a la consecuente inexistencia de oportunidades.

Para mí el viaje a Cuba fue en su mayor parte un enfrentamiento con la corrupción de las ideas en las que he basado un saco de principios por el que rijo mi comportamiento (a falta de creencias religiosas, he optado por llenar dicho saco con conductas éticas). Las primeras capas del contenido de ese saco corresponden a todo un ideario marxista, en lo que a filosofía y conciencia social se refiere, así como en metodología de estudio (siempre buscando la tesis, la antítesis para llegar a la síntesis... y si no ¿qué es -o debe ser- el Periodismo?). Aunque difiero en un concepto de base, y es que creo que el ser humano es malo por naturaleza.
No pretendo que un sencillo post se convierte en un ensayo. No se asusten. Tan sólo lanzo ideas para invitar a la reflexión y a la crítica. Sigo.

Esa filosofía marxista se ha aplicado como buenamente se ha podido o querido en diversos puntos de la Tierra y Cuba se ha convertido en el símbolo de resistencia de la defensa estatal de la igualdad entre seres humanos frente a las 'maldades' y las ineficiencias del sistema capitalista. Es de sobra conocido que esa igualdad no existe ni por asomo en la isla caribeña, máxime en las últimos 18 años con dos monedas circulando (antes dólares y pesos cubanos, ahora pesos convertibles y pesos cubanos) y un mercado más negro que un tizón. Pero aunque sea en niveles de subsistencia, existe un 'sueldo' mínimo para todos los cubanos, sanidad para todos, educación para todos... Me resultaba curioso la cantidad de guarderías públicas que encontrábamos a cada paso de la ciudad de La Habana (con la faltita que nos hace en Madrid, pensé).
Esa base que garantiza el Estado es absolutamente admirable y ejemplar. Pero falta algo. Falta la libertad de poder mejorar. La libertad de conformarse con el mínimo que da el país por el hecho de nacer o de crecer ideológica, académica, profesional y económicamente (recomiendo el ensayo de José Antonio Marina Del paro al ocio). En Cuba faltan las oportunidades que en esta parte del mundo damos por sentadas. Es la desesperante sensación de 'esto es lo que hay', y lo que hay, señores, es mucha miseria.

En una ocasión, antes de otro viaje, a la India, que también me ha marcado, tuve una interesante conversación con uno de mis jefes. Un 'viejo' sabueso (entre comillas porque tan sólo ronda la cincuentena) que se ha convertido en el único maestro de la redacción en la que trabajo. Él defendía que en la izquierda nos habíamos olvidado de la libertad y lo peor es que la derecha más recalcitrante se había apoderado del concepto. Su argumentación cobró todo su sentido año y tres meses después, cuando me enfrenté palabra por palabra a su discurso en Cuba.

Una Cuba que, precisamente en aquellos días, se levantaba con la renuncia de Fidel Castro como presidente de la República y dejaba los destinos de la isla a un teledirigido Raúl Castro. Raúl, que participó en la revolución siempre en segudo plano, hoy ha sido la cara visible de que sus compatriotas puedan entrar en los hoteles y mezclarse con los turistas y de que puedan comprar aparatos electrónicos. Una leve apertura basada en anécdotas.

Tengo muchas ganas de ver a Cuba libre, pero no la libertad 'trampa' que le cantan desde Miami. Es sólo un sueño, pero ójala no se pierdan algunas esencias del socialismo castrista.

PD: La de la foto evidentemente soy yo dándole un besito al Ché en la Plaza de la Revolución.

sábado, 5 de julio de 2008

Orgullo gay

Esta tarde parte la caravana verbenera del Orgullo Gay por la almendra central de Madrid. Es una gran fiesta, vistosa, divertida y siempre sorprendente, pero hace tiempo que prefiero verla por televisión. Y no es que desde la caja tonta se vea mejor, como se dice con los partidos de fútbol, sino que no me apetece asistir.

Me parece bien todo tipo de iniciativas que tengan que ver con la lucha de derechos tan básicos como es que te acepten como eres y que quieras a quien quieras. Sin embargo, hay ciertos elementos de estas celebraciones que continúan ofreciendo la imagen de una persona homosexual como estrambótica... y a mí me molesta bastante.


La cabalgata del orgullo gay es un pequeño carnaval y a mí, particularmente, así me gustaría que se vendiera. Luego, la lucha de derechos podría venir de la mano de manifestaciones con pancarta y vestidos de calle, como todo hijo de vecino, porque una persona homosexual es un hijo de vecino.


De lo que sí estoy orgullosa es que en mi país se hay avanzado un poquito y tengan reconocidos determinados derechos. Es curioso que este cambio, la ley del matrimonio entre homosexuales, el reconocimiento de su derecho a adoptar, así como que un transexual pueda cambiar el género en su DNI para evitar problemas y situaciones embarazosas, ha sido una de las pocas veces que la norma va por delante del sentir de la sociedad. Lo habitual es que la socidad demande una situación y el legislador responda... siempre con años o siglos de retraso.


Los medios de comunicación han hecho un gran esfuerzo por incluir la presencia de homosexuales y transexuales con toda naturalidad en películas, series televisivas, relatos, etcétera. Sin embargo, el personal aún no lo considera 'normal'. Sólo hay que salir de los centros urbanos más cosmopolitas y enfrentarse a la España 'profunda', como se dice, que no es otra cosa que la España de siempre. La mayoría de la gente continúa mirando a estas personas con recelo. Para comprobarlo, sólo hay que preguntar el ratio de bodas entre homosexuales celebradas en los ayuntamientos que rigen los destinos de los municipios con menos de 100.000 habitantes. Muchos de ellos tendran un 'cero' como un piano en su haber. Y me temo que también hay homosexuales de pueblo.


Cuando era más joven, siempre me preguntaba cómo iba a reaccionar si una persona de mi alrededor me confesara sin yo sospecharlo que era homosexual. Temía que el haber vivido en el ambiente familiar los recelos típicos ante lo 'raro' me hiciera responder alguna cosa forzada o inoportuna. En realidad, lo que temía era sorprenderme, no poder verlo a priori normal.


Cuando llegó el momento, me sorprendí a mí misma porque no pensé en nada... Fue como tenía que ser, como si me dijeran que votaban a tal o cual partido, o que se iban de viaje a Pamplona... No sentí nada. Y los recelos del ambiente familiar, cuando tuvieron al alguien cerca homosexual, alguien que me acompañaba en los mejores y peores momentos y que quería con locura, resulta que desaparecieron. Por eso siempre he creído (o he querido creer) que este tipo de prejuicios se deben al miedo a lo desconocido, miedo al diferente.


Yo soy heterosexual y no me siento orgullosa por ello, como tampoco de ser morena, o medir algo más que la cinta métrica... son cosas que me vienen dadas. Qué grande será el día en que los homosexuales tampoco se tengan que sentir ese orgullo por ser gay o lesbiana.


martes, 1 de julio de 2008

Estoy indignada

Tengo un gran amigo que siempre me llama 'digna' para meterse conmigo por cómo me expreso o cómo me visto. A mí me hace mucha gracia y en estos días, más que nunca ,me he acordado de ese detalle porque estoy 'indignada'.

Siempre relato la primera vez que tuve que enfrentarme con la censura de la publicidad. Fue en mi primer trabajo con contrato, sin las condiciones leoninas de las becas. Trabajaba en un periódico local y escribía sobre el sector inmobiliario de aquella ciudad. Se trataba de una capital pero no era precisamente Madrid, así que ante la falta de información acudí a consumo para hacer uno de los reportajes. Cuál fue mi sorpresa (yo era terriblemente inocente por entonces) que, pese a haber pasado tan sólo cinco años de tirón del ladrillo, había regristradas quejas muy graves acerca de todas las promotoras e inmobiliarias que operaban en la localidad.


Le dediqué una página entera con datos realmente interesantes, de interés público. Eso sí, me cuidé de no mentar nombre alguno de las empresas implicadas. Tampoco había que hacer sangre. Simplemente hablé con un tono general. Entregué el suplemento con tiempo y con una gran satisfacción. Y el día que se publicaba me llevé otra gran sorpresa. El reportaje había desaparecido y, en su lugar, aparecía una página entera de autopromoción.


Corrí al despacho de la directora y con temblor en las piernas pregunté qué es lo que había pasado: "¿No he mandado bien la página? ¿Ha habido algún error de imprenta?" (Insisto en que era muy inocente). "No, nada de eso", me dijo la jefa, "es que no lo podíamos publicar". "Pero, ¿por qué? Creía que te había gustado". "Sí, estaba muy bien, pero debes comprender que hacemos un suplemento inmobiliario pagado por empresas a las que no nombras pero se pueden sentir aludidas". "No me lo puedo creer", me quejé. "Las cosas son así", sentenció mi superiora de forma muy digna, precisamente.


Tenía 23 años, recién acabada la carrera. Había trabajado como becaria en cinco empresas con anterioridad, pero era la primera vez que me topaba con la publicidad como obstáculo. Hoy me parece una mera anécdota, pero aún soy capaz de recuperar esos momentos de indignación eliminando toda la experiencia posterior. Máxime teniendo en cuenta que he tenido que volver a pasar por ello.


Si me extraña sentirme indignada de nuevo es porque, después de aquel trabajo, aterricé en el que actualmente ejerzo mi profesión. Un medio cuya filosofía primigenia, y que prácticamente permanece intacta, es la libertad. Todo comercial que ha pasado por este diario ha tenido claro que su departamento no era el de la redacción y le ha tocado lidiar con algunos anunciantes que han visto publicadas informaciones que no les eran favorables. Ellos han capeado el temporal de forma magnífica.


Sin embargo, esta semana he corroborado como esa libertad se empieza a coartar. No es que no lo entienda, entra dentro de toda lógica. Pero aún así me niego a 'tragar' con determinadas cosas. En esta ocasión, ciertos anunciantes han pretendido que engañe para que ellos salven la cara. No lo he hecho, pero mi estilo, incisivo como dicta el periódico, lo he tenido que suavizar. Lo que más me dolió es que uno de mis superiores, adalid de esa libertad y 'dale caña' que me han hecho beber desde que entré a formar parte de este proyecto, fue el primero que me dio la espalda sin explicaciones. Afortunadamente, en pocas horas se rectificó esa actitud y cambió por "vamos a intentar hacer esto de esta manera por esta razón".


Si ser fiel a tus principios es ser 'digna', pues lo soy a muchísima honra. Mi buen amigo va a tener toda la razón... y me alegro por ello.