Si hay profesiones que respeto y admiro desde luego son las sanitarias. El profesional de bata blanca, se ocupe de la parte del cuerpo o de la mente que se ocupe, es una persona que te mejora la vida. Pero ahora mismo tengo un profundo malestar por cómo me están tratando. Y la historia a nadie le sonará nueva.
Estoy herida porque tengo que comprender que determinados problemas de salud son para ellos lo más normal del mundo y, sin embargo, ellos no pueden comprender que asumir la noticia de dichos determinados problemas de salud no es en absoluto fácil.
Para más inri, carezco por el momento de diagnóstico. Tan sólo poseo un “puede que sea esto, puede que sea lo otro” que, una vez sorprendido por mi cara de pánico, fue apostillado por un “yo no te estoy diciendo ni una cosa ni la otra, pero tengo que preparar para lo mejor y para lo peor”.
Hundida, salí de la consulta preguntándome por la necesidad que tenían de haberme provocado esta angustia que tiene que durar la eterna espera de las pruebas. ¿Es que no es mejor ocuparse del problema cuando ya se sabe qué es y no preocuparse previamente con el riesgo de agravarlo o quién sabe si ocasionarlo?
Tan sólo imploraba una respuesta, si no certera, una probabilidad. Y lo que obtuve fue el cansino: “Tú lo que tienes que hacer es que estar tranquila”. Gracias a Dios, vivo con un remanso de paz que es mi santo varón, y su fuerza y apoyo me están dando el soplo de aire fresco que evite fabricar lágrimas.
“Los médicos se curan en salud”, me dicen los más allegados, “no debes hacer caso, ya sabes cómo son”. Pero ¿por qué hacen esto? ¿Qué ganan ellos y qué gana el paciente?Mi problema no es un gran problema, es decir, no es una enfermedad grave que me cueste la vida. Pero si “lo peor” ocurre, eso para lo que mi médico pretende prepararme, va a ser un golpe muy duro.
De momento, como evidencio en mi texto, no quiero entrar en detalles, tan sólo es una reflexión sobre esta actitud de los médicos que parece que todo el mundo tiene que comprender por decreto.
viernes, 30 de enero de 2009
sábado, 3 de enero de 2009
Mucha salud para todos
Pese a la desaparición de la que suscribe por algo más de un mes, además de disculparse desea desear, como es de personas de bien, un feliz año nuevo que ya alcanza la cifra de 2009 según la era cristiana.
Y si hay algo que me gustaría que todo el mundo gozara para estos doce meses, y numerosas decenas de docenas de meses que vengan, es de una buena salud. El amor va intrínseco en mis buenas intenciones, ya que sin amor, en un sentido amplio, no se puede estar del todo sano. Y el dinero... ese viene y va, pero estarán de acuerdo en que es más fácil conseguirlo si no nos falla la maquinaria.
Lo dicho, queridos míos, que tengan ustedes una vuelta de la Tierra alrededor del Sol lo más felices que puedan... y siempre, aunque sea un poquito, se puede.
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