Allí donde hoy el terror campa a sus anchas, da la casualidad que una servidora recibió el año 2007. Se trata del hotel Taj Mahal, el más lujoso de Bombay (lo siento, me niego a decir Mumbai, como a Pekín llamarle Beijing), la capital financiera de la India y el lugar donde ese país muestra su multiplicidad de caras. Todas ellas espectaculares... para bien y para mal.
En estos días, el ostentoso lujo de dicho hotel ha teñido sus espesas alfombras de sangre, sus magníficas lámparas de cristal se han roto por el temblor de las explosiones y el miedo ha congelado sus cálidos muros. Cuánto aumenta la tristeza cuando conoces personas y lugares que se ven envueltos en tanto sufrimiento. Tanto es así, que anoche mi subconsciente regresó a aquel lugar obsequiándome con una pesadilla que me acercaba a la desgraciada aventura que han pasado cientos de personas. Entre ellas, por supuesto, la afortunada presidenta de la Comunidad de Madrid. Otros, aún sin cuantificar del todo, no han tenido la misma suerte.
La primera vez que entré en el Taj Mahal Palace acudía a la ceremonia de pintura de manos con henna dentro del programa de una boda hindú, con cuatro días de celebraciones. Allí dibujaron con gran destreza una cenefa que enjoyó mis manos en un santiamén. Mientras aquella sustancia tan rara se secaba, la música, los colores y el baile no cesaba a mi alrededor. Estaba en una mismísima película de Bollywood. Lógicamente, los protagonistas del matrimonio al que tuve la suerte de acompañar pertenecían a dos de las familias más ricas de la India. Creo que nunca más volveré a ver tanto diamante junto.
Las puertas del Taj Mahal Palace miran hacia el monumento más emblemático de la ciudad, la Puerta de la India. Allí es donde fijamos la vista mi familia política y yo desde las ventanas de un gran salón del hotel, con las copas de champán en la mano para esperar unos prometidos fuegos artificiales que dieran comienzo al año 2007. Era curioso recibirlo tres horas y media antes que mi familia en España. Los pies de la Puerta de la India y todos sus alrededores se encontraban atestados de personas. Pero los fuegos artificiales no llegaron y tuvimos que conformarnos con una cuenta atrás al son de los miembros de la orquesta del baile.
No obstante, tengo que decir que no todo lo que allí vivi fue positivo. En el catering de Noche Vieja, algún camarero o cocinero no se debió lavar las manos, porque después del baile, mi santo varón, su mamá, y yo nos pasamos desde la madrugá del 1 de enero de 2007 echando por nuestra boquita lo que no está escrito. Supongo que una intoxicación forma parte de cualquier excursión que se precie a la India.
Mientras las fuerzas de seguridad tratan de liberar las últimas habitaciones del Taj Mahal Palace, y el Gobierno indio le echa las culpas a Pakistán (no vayamos a perder el tiempo), la verdad es que me apetece recordar un par de anécdotas de este edificio. Recuerdo que alguna de ellas ya mencioné en un pequeño reportaje que redacté en el periódico en el que trabajaba hasta hace unos meses.
Resulta que un joven llamado Jamtseji Tata intentó entrar en un hotel británico a principios del siglo XX. Indignado porque le negaron el paso por el hecho de ser nativo, decidió construir el hotel más lujoso del mundo. En 1903 se inauguró el Taj Mahal Palace, en cuyas cúpulas se respira el aire del país, pero su interior refleja la exquisitez de la Gran Bretaña victoriana. El nombre de Tata no les resultará desconocido. Este parsi es dueño a día de hoy del grupo industrial más rico de la India y una de sus filiales India Hotels tiene establecimientos en las ciudades más importantes de todo el globo.
Pero este hotel tiene otra historieta muy particular... aunque se puede clasificar dentro de la leyenda urbana de Bombay. El arquitecto del Taj Mahal Palace se ahorcó cuando visitó por primera vez su obra. La razón es que comprobó que se había construido al revés de como lo había diseñado. Las puertas del hotel miran hacia la Puerta de la India y tan insigne profesional no creía una feliz idea que la entrada de un edificio de estas característica estuviera de cara a un hediondo puerto.
No entendió este pobre hombre las maravillas que nacen de las grandes equivocaciones.
En estos días, el ostentoso lujo de dicho hotel ha teñido sus espesas alfombras de sangre, sus magníficas lámparas de cristal se han roto por el temblor de las explosiones y el miedo ha congelado sus cálidos muros. Cuánto aumenta la tristeza cuando conoces personas y lugares que se ven envueltos en tanto sufrimiento. Tanto es así, que anoche mi subconsciente regresó a aquel lugar obsequiándome con una pesadilla que me acercaba a la desgraciada aventura que han pasado cientos de personas. Entre ellas, por supuesto, la afortunada presidenta de la Comunidad de Madrid. Otros, aún sin cuantificar del todo, no han tenido la misma suerte.
La primera vez que entré en el Taj Mahal Palace acudía a la ceremonia de pintura de manos con henna dentro del programa de una boda hindú, con cuatro días de celebraciones. Allí dibujaron con gran destreza una cenefa que enjoyó mis manos en un santiamén. Mientras aquella sustancia tan rara se secaba, la música, los colores y el baile no cesaba a mi alrededor. Estaba en una mismísima película de Bollywood. Lógicamente, los protagonistas del matrimonio al que tuve la suerte de acompañar pertenecían a dos de las familias más ricas de la India. Creo que nunca más volveré a ver tanto diamante junto.
Las puertas del Taj Mahal Palace miran hacia el monumento más emblemático de la ciudad, la Puerta de la India. Allí es donde fijamos la vista mi familia política y yo desde las ventanas de un gran salón del hotel, con las copas de champán en la mano para esperar unos prometidos fuegos artificiales que dieran comienzo al año 2007. Era curioso recibirlo tres horas y media antes que mi familia en España. Los pies de la Puerta de la India y todos sus alrededores se encontraban atestados de personas. Pero los fuegos artificiales no llegaron y tuvimos que conformarnos con una cuenta atrás al son de los miembros de la orquesta del baile.
No obstante, tengo que decir que no todo lo que allí vivi fue positivo. En el catering de Noche Vieja, algún camarero o cocinero no se debió lavar las manos, porque después del baile, mi santo varón, su mamá, y yo nos pasamos desde la madrugá del 1 de enero de 2007 echando por nuestra boquita lo que no está escrito. Supongo que una intoxicación forma parte de cualquier excursión que se precie a la India.
Mientras las fuerzas de seguridad tratan de liberar las últimas habitaciones del Taj Mahal Palace, y el Gobierno indio le echa las culpas a Pakistán (no vayamos a perder el tiempo), la verdad es que me apetece recordar un par de anécdotas de este edificio. Recuerdo que alguna de ellas ya mencioné en un pequeño reportaje que redacté en el periódico en el que trabajaba hasta hace unos meses.
Resulta que un joven llamado Jamtseji Tata intentó entrar en un hotel británico a principios del siglo XX. Indignado porque le negaron el paso por el hecho de ser nativo, decidió construir el hotel más lujoso del mundo. En 1903 se inauguró el Taj Mahal Palace, en cuyas cúpulas se respira el aire del país, pero su interior refleja la exquisitez de la Gran Bretaña victoriana. El nombre de Tata no les resultará desconocido. Este parsi es dueño a día de hoy del grupo industrial más rico de la India y una de sus filiales India Hotels tiene establecimientos en las ciudades más importantes de todo el globo.
Pero este hotel tiene otra historieta muy particular... aunque se puede clasificar dentro de la leyenda urbana de Bombay. El arquitecto del Taj Mahal Palace se ahorcó cuando visitó por primera vez su obra. La razón es que comprobó que se había construido al revés de como lo había diseñado. Las puertas del hotel miran hacia la Puerta de la India y tan insigne profesional no creía una feliz idea que la entrada de un edificio de estas característica estuviera de cara a un hediondo puerto.
No entendió este pobre hombre las maravillas que nacen de las grandes equivocaciones.
4 comentarios:
Curiosa historia... De la India no tengo el placer de conocer mucho, pero gracias a usted he ido aprendiendo varias cosillas. Tengo el gusto de saberme numerosas historias de egipto, aunque desgraciadamente aun no lo he podido visitar. Un saludo!! :D
Hola ! La india , me encantaría ir a la india. La verdad que es muy duro ver como unos desaprensivos confundan el derecho de revindicar lo que piensan con el derecho de matar a quien se les cruce por delante . Y que encima usen como escenario maravillas como ese hotel , o sin ir mas lejos ese país mágico .
Bueno aquí la señora Millán Salcedo me hizo fan de su blog jeje . Un saludo .
Señor lesthat, le comunico que está usted hablando con un caballero, acaso mi nombre es de mujer? Bueno en cualquier caso me alegro de que se haya hecho fan de este blog tan sumamente interesante. Yo lo soy desde hace un tiempecillo ;) un saludo caballero y otro para mi queridísima Ana Victoria.
Cálmense caballeros, me están abrumando con tanta adulación ;-) Muchas gracias a los dos por acompañarme en este viaje.
Publicar un comentario