Hace ya muchos años, y por bendita obligación, cayó en mis manos un libro que constantemente recuerdo a medida que voy viendo reflejado su texto en la realidad una y otra vez. Se trata del archiconocido Vacas, cerdos, guerras y brujas del antropólogo estadounidense Marvin Harris. Por el título de este post comprenderán que vamos a dejar de lado el ganado bovino, el porcino y las miserias de la guerra para centrarnos en el problema de las brujas, siempre vigente.
En la obra de Harris se explica cómo se utilizaron las famosas brujas del Medievo como medio eficacísimo para mantener el status quo social de tipo estamental. El método, por supuesto, se basaba en el miedo. Esa extraordinaria herramienta con la que se puede dominar al personal hasta conseguir cualquier cosa. En este caso, Iglesia y Nobleza descansaban sus orondos traseros en sus ostentosos tronos con toda la tranquilidad del mundo, nadie iba a cuestionar su posición y su poder... el sistema hacía muchos años que había echado a andar y funcionaba a la perfección. Las brujas (y herejes) se habían convertido en el chivo expiatorio de todos los males sobre la faz de la Tierra y sólo hubo que inventarse la existencia de una: la primera. A partir de ahí, se empezaron a delatar una tras otra.
Harris cuenta con terrible crudeza cómo se sonsacaban los nombres de las demás. Los métodos de tortura más espeluznantes sueltan la lengua de lo lindo para decir la verdad que el torturador desea escuchar. Recuerdo uno de los casos en el que una joven gritó durante una sesión de castigo el nombre de una vecina. Cuando ambas se encontraron camino de la hoguera la delatada le dijo a la delatora: "¿Cómo me has podido hacer esto?". La delatora contestó que en el más profundo dolor provocado por la tortura soltó un nombre. Podría haber sido cualquier otro, simplemente en ese instante recordó la mirada acusatoria de su vecina y las palabras que le dirigió cuando la llevaban presa: "¡Jamás hubiera pensado esto de tí!".
Aquellas mujeres se daban cuenta de la inocencia de sus predecesoras en el mismo instante de su ajusticiamiento. No antes, puesto que de sobra era sabido que las brujas existían... y eran el enemigo, las causantes de las malas cosechas, del hambre, de las guerras, de la muerte. La atención estaba focalizada en la búsqueda de aquelarres y nadie pensaba que su señor o su obispo pudiera estar viviendo más que bien a costa de las costillas del campesino. El método de contención de revueltas era perfecto y duró hasta la primera revolución con cierto éxito, la Revolución Francesa de 1789.
En 2008, aún existen las brujas, pero ya no se las quema en la plaza del pueblo. Lo más que hacen es levantarnos el estómago cuando aparecen por televisión para ponernos "dos velas negras" en esos programas donde todo vale. Pero el método de la desviación de la atención está a la orden del día.
La lección de Harris se me viene a la memoria cada vez con más frecuencia. En estos días, asistimos atónitos (al menos, en mi caso) a todo lo que acontece con respecto al bache del ciclo económico en el que nos encontramos inmersos. De repente he dado cuenta cuán liberal es una, un adjetivo que se atribuye a sí misma la presidenta de la Comunidad de Madrid y el hecho de compararme con ella en algún sentido me provoca un molesto sarpullido en la piel. Resulta que soy liberal, mucho más que los neocons, porque no comparto en absoluto que ahora los gobiernos de todo Occidente enchufen dinero público, es decir, de todo hijo de vecino, a sufragar los males que aquejan a una economía movida por empresas regentadas por chorizos e inútiles... que ahora aparecen ante la opinión pública como unos pobrecitos que no saben como salir del hoyo.
El plan de rescate de EEUU, al menos pasó por el paripé de tener que pasar dos veces por el Congreso. Aquí en Europa y, concretamente en España, ni siquiera eso. Nuestros gobiernos enchufan dinero público y ya está, porque es lo que toca, porque no se les ocurre otra cosa, porque es el parche más rápido. El colmo es que los políticos se hacen la foto cual héroes que han sabido reaccionar a tiempo ante la crisis crediticia. Qué le vamos a hacer, no queda más remedio, si no vendrá el lobo de la crisis será mucho más fiero.
Porque el problema es la crisis financiera, que por lo visto ha venido de la nada. La economía, al parecer un ente con vida propia, como es tan puñetera y tan traviesa está provocando el crecimiento del paro, la inflación, la inseguridad en el ámbito laboral... La crisis avenida es nuestra bruja. Y como mucho también algún empresario cabroncete o algún político que gestione mal su imagen pública.
Al igual que en la Edad Media, nadie se pone a pensar en por qué el obispo o el noble no les afecta el hambre del campesino. Hoy nadie reflexiona qué significa enchufar dinero público a los que han provocado la crisis, o han fomentado un sistema que ha derivado en esta crisis. Unos fondos multimillonarios para parchear el roto de la economía sin que los responsables del desaguisado reconozcan error alguno. Es más, nuestros dirigentes, encorbatados y oliendo a perfumes caros, justifican estas medidas dentro del sistema capitalista con los argumentos más inverosímiles... y se quedan tan anchos.
Mientras que ese dinerito se va a sufragar los males de la crisis financiera, no se va la Educación, a la Sanidad o a la Defensa y Seguridad. Actividades deficitarias en sí mismas y las únicas que necesitan del refuerzo del dinero de todos, del dinero del Estado. El resto, tal y como estaba montado el chiringuito, tenían que haber gestionado como es debido sus recursos y no haberlo hecho mal y encima premiarlo ahora con los bolsillos de todos.
Para más inri, estas medidas mediocres están resultando fallidas. Porque aquí ya nadie se fía de nadie, y el clima de confianza para que arranque de nuevo la Economía hay que ganárselo a largo plazo con soluciones estructurales, no coyunturales.
Pero seguimos pendientes de las brujas: del tendero que me sube los precios, del jefe que me despide, del tío de la petrolera que me sabla, del constructor especulador, del tío del banco que no me da un crédito... Cuando el verdadero enemigo es la actual clase política, de todos los colores, que pone a sus amigos al frente de empresas, que juega con las sonrisas y la verborrea para convencer y no para solucionar, que adormece con bellas mentiras y que hace de su inutilidad una ciencia válida para todos.
Este humilde post no es un canto al anarquismo, sino a la seriedad, a la honestidad y a la calidad que presuponemos de los hombres y mujeres en los que confiamos nuestros destinos. Así como a la seriedad, honestidad y calidad de la elección que realizamos, valga la redundancia, los electores, porque nuestra responsabilidad no es menor en todo lo que está pasando.
viernes, 17 de octubre de 2008
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